Por: Yehudith Soraya Ayala Mosquera

Tornado (en La Leyenda del Zorro), Rocinante (en Don Quijote) y Oripeco (de Maximiliano de Habsburgo), históricamente fueron corceles impetuosos, bravíos, guerreros indomables; y su característica prominente era un color negro intenso
brillante: “azabache”, que no solo es un color, es un mineral orgánico que después de ser pulido puede ser utilizado como adorno en camafeos, pendientes, tallas y muchas cosas más. Así mismo es el garbo y la finura de Emilia Eneyda Valencia, negra azabache, impetuosa, guerrera, indomable. Después de haber sido pulida por todos los retos impuestos en el camino
de la vida, su ejemplo es ahora usado para cambiar vidas.

Oriunda del mejor vividero del Chocó: “eso lo dicen todos los chocoanos de cualquier pedacito de tierra en el que, dentro de las cinco regiones, les haya tocado nacer”. Ese mejor vividero es Andagoya, que después de convertirse en municipio a partir del 20 de julio del año 2000, cambió su nombre a medio San Juan. Esta tierra bañada por la lluvia continua vio los primeros
pasos de Emilia y acompañó los cortos trayectos que,hacia la adolescencia, la conducían a un hogar en el que era hija de una mamá y un papá “chombo”, el cual ejercía su autoridad de tal manera que en Emilia se generó desde esa corta edad el deseo ferviente en el corazón de ser la mujer que hoy es.

U n a m u j e r i n d e p e n d i e n t e , a u t ó n o m a , autoproveedora, dueña de sí y de sus decisiones; queriendo desde muy chica ser madre de un solo hijo; ser empresaria y ganar su propio dinero; hacer cosas por la gente; y no estar bajo el yugo de un varón sometedor, maltratador, subyugador, como percibía que eran los hombres de su entorno. En fin, ella estaba decidida a ser exitosa enfrentando lo que se le presentara; siempre le gustó el tema cultural y anheló llevar esa cultura chocoana a otros lugares, viajar por el mundo y darla a conocer.

Vivió un proceso muy difícil durante los primeros meses de estancia en Santiago de Cali, a donde fue por su propia iniciativa para formarse, porque la agobiaban muchas situaciones, como el hambre, la falta de dinero, la preocupación por las carencias que tenían sus familiares en Andagoya; circunstancias quetrata ron de quebrantar su voluntad y el sueño de
seguir. Pero fue ahí cuando la cultura del peinado afro (trenzas), que le enseñaron unas amigas de su pueblo, le permitió salir de penurias económicas urgentes y afirmarse en la consecución de sus sueños. Usó entonces esa misma actividad que a la larga, sin planearlo, se convertiría en el tema de la estética afro y sería un referente importante de lo étnico, que ahora
mismo es una apuesta política. Emilia estuvo en el coro de la Universidad del Valle, donde sufrió a hurtadillas un racismo aterciopelado, por parte de la élite de Cali. Pero el reconocimiento de las personas en las calles evidenciaba el orgullo de que
una negra estuviera en esos espacios y los representara allí. Eso la mantenía sujeta a su propósito, más aún cuando se ganó la beca de la Universidad del Rosario para cursar una Maestría otorgada por la embajada de Francia. Estos logros frente a las situaciones pasadas la marcaron, no la dejaron claudicar, la fortalecieron llenándola de seguridad en sus capacidades, al punto de que aún hoy desea seguir estudiando su doctorado y hacer otra carrera.

Emilia recuerda hasta hoy los refranes, dichos y proverbios, de prevención, reprensión y enseñanzas, que aprendió de su mamá: “lo ajeno tiene la pata delgadita”, “el muchacho bien mandado, sácalo que está guardado”, “no vas a salir con tío, páseme al otro lado”. Esta mujer reconoce, repite y cree que palabras como estas la ayudaron a mantener sus costumbres,
formar su carácter y valorar sus principios, porque en los hogares chocoanos son las mamás las que siempre están pendientes del cuidado de las hijas. Emilia agrega que “el matriarcado es importante, pero hay que desmitificarlo porque ese rol femenino que se le ha impuesto a la mujer es incorrecto. A pesar de que las madres son las que crían, es una responsabilidad de ambos”. Y comenta: “conozco a muy buenos padres, y es bueno que la mujer siga teniendo un papel
protagónico, pero con la responsabilidad del padre, no como colaborador sino como corresponsable del producto, porque así es como se construye sociedad, sin culpabilidad en el resultado de la crianza”. E insiste: “a pesar de que la mujer es la principal protagonista en la familia, lo mejor sería que la crianza para estructurar un mejor ser humano sea hecha por los dos”.


Su único hijo es su mayor orgullo, más que los logros alcanzados. En él ve reflejada la continuidad de los valores inculcados por su madre. Es un chico intelectual, altruista, comprometido con su identidad; tiene empoderamiento de su valor como persona afro, es consciente de los aportes que los negros han hecho a la construcción del país, maduro en el conocimiento
de los derechos que tiene como colombiano afro; y ha marcado ya su trayectoria promocionando en sí mismo el peinado afro, haciendo que las mujeres de su entorno vuelvan a usar el cabello natural, tratado con productos étnicos, visibilizando lo inigualable de la belleza azabache. Y Emilia aclara: “!eso es influencia y herencia mía!”… Y sonríe.

Esta arrolladora mujer ejerce actualmente la labor docente en el INEM de Cali, la mejor institución educativa del suroccidente colombiano, después de laborar en universidades como la Santiago de Cali, la del Valle, la de Pamplona. Y combina esta labor con el trabajo social comunitario, empoderando por todo el país a la mujer en el componente de género, el derecho femenino, el derecho étnico y cultural; a s e s o r a n d o p r o c e s o s o r g a n i z a t i v o s c o n AMAFROCOL, la organización que lidera hace 21 años, desde la cual se gestó el proyecto bandera Tejiendo Esperanzas, alrededor del que se realiza el
Encuentro de peinadoras y el Concurso de peinados afro. Además, gracias a esta organización se han generado iniciativas empresariales de gente afro (como la fabricación de productos para el cabello afro, el diseño de moda afro-étnica y de accesorios afro).


Este proceso ya ha traspasado las fronteras que separan a los colectivos de las chontudas, peliquietas, afrudas, pelirisadas, afririsadas, ensortijadas de Colombia y el mundo; muestra de ello son las numerosas invitaciones internacionales y solicitudes de alianzas para exponer, replicar y extender esta experiencia en países como Panamá, Cuba, Ecuador,
Brasil, España y Francia.


Concluyamos con estas palabras de Emilia: “a pesar del racismo y las otras situaciones que en el camino se encuentren, siempre recuerden que si ustedes no lo hacen, nadie lo va a hacer por ustedes; hay que pensar en medio de las circunstancias adversas que nada es para siempre, todo es transitorio y todo pasa para formarnos. En consecuencia, hay que disfrutar a plenitud el gozo de la victoria ganada con sacrificio”.

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